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sábado, 28 de enero de 2012

Un día de campaña con Diego Arria

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Por Gabriela Moreno
laverdad.com/


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Diego Arria, precandidato presidencial independiente advierte en su campaña de los peligros del “régimen de Hugo Chávez”. Reuniones con estudiantes, sectores productivos y organizaciones civiles conforman la agenda del aspirante a la presidencia

En el lobby del hotel lo esperaban cuatro estudiantes de ciencias políticas. Discutían quién preguntaría. Mientras lograban un acuerdo el ascensor abrió sus puertas pero ninguno se percató que eran las 8.00 de la mañana, la hora de la entrevista con Diego Arria. Un candidato puntual y visión apocalíptica sobre el futuro de Venezuela.

No fue directo al encuentro con los jóvenes. Entre las miradas curiosas de los empleados y huéspedes que estaban el vestíbulo caminó hasta la recepción. Estaba molesto. Intentó disimular con una dosis de buen humor que la falta de toallas en su habitación le había complicado la salida. Tuvo que ingeniárselas al salir del baño para secarse. Se quejó con elegancia.

Un minuto le llevó reprochar el descuido del lugar que no se compagina con las estrellas que exhibe. Después de un apretón de manos al recepcionista a quien manifestó su disgusto siguió hasta un sofá para cumplir con la primera pauta del día en Maracaibo.

Lucía informal. Camisa azul celeste, una chaqueta blanca y unos jeans planchados. Atrás quedaron los días de los trajes y las corbatas. Su estilo es ahora más cómodo si se compara con la apariencia refinada casi aristocrática que lo caracterizó como embajador de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas durante dos décadas.

La agenda estaba apretada. Cada minuto contaba. No podía desperdiciar su visita a la ciudad que compara con la California de Estados Unidos por su potencial económico.

Sentado con las piernas cruzadas y una pose de hombre culto se rodeó de los estudiantes. La grabadora se encendió y comenzó a hablar con crudeza sobre “el régimen que irrespeta los derechos y solo busca mantenerse en el poder para acabar con las libertades mientras hay más pobres y menos soluciones”.

En 20 minutos advirtió sobre los riesgos de la revolución a Luis Paternina, reportero de Por Ahora, edición que circula mensual en las facultades de derecho de la Universidad del Zulia y Rafael Urdaneta. Paternina, fiel seguidor de la propuesta independiente de Arria logró conseguir el contacto. Marcel Casella, María Angélica Padrón y Francisco Finol, los otros tres compañeros confesaron que fue el único aspirante a Miraflores que accedió a atenderlos después de varios correos electrónicos.

Diferente
En la campaña de Diego Arria no se suda. Tampoco se sufren las consecuencias de las concentraciones masivas. No hay empujones, ni gritos, ni pisotones. Se mueve en espacios sobrios, discretos, donde el aire acondicionado es el común denominador. Esa fue la experiencia en Zulia.

Desayunó al terminar la entrevista con los pichones de politólogos y alma de periodistas. Saltó la comida para cumplir el compromiso. Del buffet dispuesto en el restaurant escogió huevos revueltos, carne mechada y arepa. Le encanta la arepa. Un jugo de melón y unos sorbos de té completaron el menú.

Usa las normas de etiqueta en cada bocado. En la mesa lo acompaña un equipo de confianza. Ninguno de los comensales podría sospechar que el muchacho sentado a la izquierda del candidato, de 19 años, casi dos metros de alto, flaco, de pantalón y camisa pero zapatos sin medias y una computadora portátil de última generación es el jefe de campaña. Se llama Oliver Blanco.

Al chamo que no termina aún la carrera de derecho, pero que ya tiene una en la escena nacional e internacional por su defensa de los derechos humanos, el aspirante a la presidencia le confía la promoción de su plan de Gobierno enfocado en la transición.

Olga Montenegro, una activista política por “casualidad” -así lo reconoce ella misma-, Alejandro Plugia, amigo de Blanco, quien a sus 18 años maneja “como los dioses” a las redes sociales, Alfredo Franceschi, un viejo compañero de la política y Alfonso Baella, asesor peruano de nuevas tecnologías son sus sombras en la gira.

"Parece mentira pero los que no conocen los procesos de confrontación de regímenes fuertes piensan que lo saben todo.” les señaló con indignación antes de salir a grabar en el jardín del hotel su primer video del día.

En acción
“Grabaremos dos minutos. Hoy la canasta alimentaria amaneció más cara, ese será el tema” sin tono de orden, dijo Oliver Blanco a quien define como "líder”. ¿Estás listo? preguntó a Arria, quien no sufre de miedo escénico y de inmediato se cuadra frente al celular que captará su imagen, sonido y subirá al Twitter que “las ineficientes y arbitrarias medidas del atroz gobierno lo único que merece es el fin”.

Con la certeza de que sus seguidores en la red social lo escucharán va con prisa a su segunda entrevista en menos de dos horas. Un equipo reporteril de un medio impreso espera por él en el mismo sofá de cuero marrón.

Saluda y besa. Es cortés. Son las 9.20 de la mañana. Aprovecha los encuentros de la prensa, cada espacio “por más pequeño que sea” porque no tiene recursos para un despliegue en los medios como desearía.

Su postura sobre lo que sucedería en Venezuela si él no la comanda por tres años es aterradora. Ni inversiones, vías, escuelas, seguridad ni desarrollo tecnológico será posible sin una constituyente. “Aquí se trata de perder o rescatar al país”.

Asombro y desesperanza pintan las caras de los periodistas. Hay dos caminos les asegura. “Uno es el equivocado que implica convivir con el régimen chavista que sería condenar a la colectividad a una gran frustración”. El otro lo ofrece él: “ponerle el fin a un régimen político, militarista, perverso y bruto para refundar la patria”.

Concibe como “un engaño decirles a los venezolanos que la oposición ganará las elecciones y gobernará sin problemas porque quedarán los poderes manejados por Chávez”. Desde Luisa Ortega Díaz, fiscal general de la República hasta el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello deben “botarse a la calle”.

Casa llena
Sin escoltas se moviliza el candidato que no gasta en seguridad porque “las cosas cuando van a suceder, nada lo impide”.En un carro contratado por horas entró a las 10.00 de la mañana a la Universidad Rafael Urdaneta.

Al inconveniente con las toallas sumó “el problema” que dejó el cargador del celular olvidado y su Ipad para llamar a sus hijas Manuela y Camila a New York. Estar conectado es “prioridad”. Con ellas y Moisés Naim, su mejor amigo está en contacto permanente a través de mensajes de texto. Hace tiempo entre una pauta y otra para contarles cómo va la faena ejecutiva. El chofer, Gustavo, resuelve. Tiene un cargador en el carro. Arria es confianzudo. “Te dejo el teléfono para tener batería al salir del foro”.

Más de 350 jóvenes -100 de pie, los demás sentados- que cursan derecho internacional, economía y psicología abarrotaron el salón de usos múltiples de la universidad a orillas del Lago. No quiso hablar desde el pódium. Prefirió hacerlo desde abajo “para tener más cercanía”.

Allí soltó de nuevo sus profecías. “Ustedes, no pueden permitir que les digan que el son el futuro porque no tendrán futuro si no se cambia el presente. La Mesa de la Unidad ni siquiera menciona la palabra transición, porque para ellos es pasar de un sistema normal a otro normal. Eso no es verdad”.

Se ganó aplausos. Arria no es opositor vocifera, él tiene una posición, que a su juicio, es “muy distinto”. En dos horas lo dejó claro a los 25 estudiantes que le interrogaron cómo estimularía a la empresa privada, consolidaría la política exterior y reconciliaría al país. “No será fácil” respondió pero “Venezuela es un país de oportunidades, no es un cliché decirlo”.

“Podemos tomarnos una foto con usted” pidieron en grupo varios de los presentes. Se ríe y posa. Es accesible.

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